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miércoles, 20 de mayo de 2015

La libertad de prensa en México: censura desde la impunidad.

 CIDAC | Propuestas para cambiar a México http://cidac.org

En México, la fragilidad de la libertad de prensa representa una situación crítica a pesar de ser un derecho fundamental para un estado moderno con aspiraciones democráticas. La concentración de medios, la falta de competencia y el acceso desigual a nuevos canales de comunicación, generan dificultades estructurales para el ejercicio de la libertad de prensa. Sin embargo, estas circunstancias se han visto agravadas  por el clima de inseguridad y la inacción gubernamental.

El periodismo enfrenta condiciones que dificultan y hacen particularmente riesgoso el ejercicio de la profesión. Por una parte, la violencia y el imperio de la delincuencia organizada impiden el acceso seguro en algunos territorios y la investigación profesional, incluso de temas cotidianos de interés local. Casos como el del locutor radiofónico Armando Saldaña Morales—cuyo cuerpo fue hallado el  4 de mayo en la frontera entre los estados de Oaxaca y  Veracruz— y el de Moisés Sánchez –el periodista asesinado en enero de este año en las cercanías del municipio veracruzano de Medellín—, se suman a decenas más de periodistas que han perdido la vida en manos de grupos delincuenciales que actúan bajo el amparo de la inacción gubernamental y, en el peor de los casos, en contubernio con las mismas autoridades. Por otra parte, en lugar de que las instituciones mexicanas respaldaran y protegieran más enérgicamente el ejercicio del periodismo dadas las críticas circunstancias de seguridad del país,  las acciones gubernamentales se han caracterizado por su poca efectividad. Basta ver los escasos resultados de la Fiscalía expresamente creada dentro de la Procuraduría General de la República (PGR) para perseguir e investigar  los delitos cometidos en contra de quienes ejercen el derecho de prensa, la libertad de expresión, o el derecho a la información. Hasta el momento, no se ha presentado una estrategia integral de protección a periodistas y tampoco se han esclarecido los homicidios cometidos hasta ahora. Lo anterior, lejos de acercar alguna solución al problema, ha fomentado un clima de vulnerabilidad e impunidad que, como pronunció el embajador de Estados Unidos en México, Anthony Wayne, en un comunicado emitido el mismo Día Internacional de la Libertad de Prensa (3 de mayo), “incentiva a más ataques y a la autocensura”.

Más que en ninguna otra etapa de la historia contemporánea en México, la criminalidad coloca en serio riesgo no sólo a la libertad de prensa, sino al derecho a la información. Al respecto es importante destacar que, a pesar de soler considerar estas garantías como accesorias, son un componente fundamental de las democracias liberales, pues incrementan el pluralismo, fomentan la diversidad, facilitan la interlocución efectiva entre autoridades y ciudadanía, permiten el escrutinio sobre el ejercicio de la función pública, y generan contenidos de calidad para el debate de temas de interés público. Dada la importancia de estos derechos, es igualmente preocupante la respuesta defensiva que han generado diagnósticos críticos, como el del reporte 2015 de Freedom House, en el cual se señala que México es de los países más riesgosos para ejercer el periodismo, una situación en pleno agravamiento a lo largo del último decenio. Ahora bien, sean uno o sean mil los periodistas asesinados por estar ejerciendo su profesión, y sea la causa de los homicidios una razón política o meramente delincuencial, el periodismo en una democracia moderna no debería suponer un riesgo abierto y, sobre todo, impune.

Las instituciones mexicanas tienen la obligación constitucional de proteger las libertades civiles y políticas. Esto representa un factor indispensable para el éxito de cualquier política pública orientada a impulsar el progreso social y económico. Además, es incongruente legislar en materia de transparencia con un proyecto visionario y, al mismo tiempo, ignorar la fragilidad que caracteriza a la libertad de prensa en el país.  Asimismo, es abominable que haya márgenes para que una autoridad, en el nivel y función de gobierno que sea, aproveche este escenario de caos en materia de inseguridad, con el objetivo de alimentar la autocensura y desincentivar el desarrollo de medios de comunicación fuertes, independientes, y plurales. Esto último, se supone ya está garantizado, entre otros instrumentos jurídicos, por la flamante Ley Federal de Telecomunicaciones y Radiodifusión. Se trata de aplicar la ley, aunque eso cada vez más parece un exotismo en México.

miércoles, 6 de mayo de 2015

Un breve recorrido por la historia de los derechos humanos

En defensa del Partido Verde


Antes que nada quiero decir que coincido con la mayoría de los señalamientos que se han hecho contra el Partido Verde en los últimos meses. Me parece un fastidio entrar a una sala de cine y ver sus spot cuando desearía olvidarme de la política por unas horas. Coincido con que la propaganda es simplista y hasta engañosa, pero no lo es más o menos que la presentada por los demás partidos. Incluso puede ser escandaloso que tenga tantas multas por violar la ley electoral.

Sin embargo de ahí a alzar el puño, despotricar mi odio contra el partido desde el título de una editorial, repetir cuanto lugar común se ha dicho en las últimas semanas y, con girones de tela enredados entre mis uñas, entrar a change.org para sentirme parte de una masa virtual que desea borrarlo del espectro político, hay un enorme trecho.

De hecho estoy convencido que hacer eso es premiar un conjunto de reglas electorales que están hechas para premiar la incompetencia política, sirviendo de coartada para algunos partidos y opinadores que están cómodos con tanta mediocridad, ya sea por maniqueísmo de oficio o consigna oficiosa.

Para decirlo de otra forma, haríamos un gran favor a nuestra democracia si separamos las multas y la indignación que motiva un debate coyuntural frente a una campaña mediática exitosa nos guste o no, y hablásemos en serio de revisar la absurda y sobre regulada normatividad electoral que tenemos. A final de cuentas, el PVEM sólo está aprovechando eficazmente los huecos que dejan los excesos de la ley.

No podríamos entender la indignación contra el PVEM sin el hecho de que su campaña mediática está teniendo éxito, especialmente frente a los votantes jóvenes. Sus mensajes son directos y simples. Muchas de las propuestas las han venido presentando y calibrando a lo largo de varias elecciones federales. Y no sólo eso: son tan sencillas las propuestas que han logrado su aprobación.

¿Resuelven las propuestas del PVEM los problemas que señalan? Quizás no. ¿Es buena idea resolver problemas promulgando leyes? Tampoco. Pero los mensajes de campaña son siempre sesgados: se espera que la competencia entre los partidos lleve a mensajes de contraste que desnuden las contradicciones de una propuesta y ayuden a mejorar los contenidos.

Aquí tenemos el primer problema: las reglas del juego no permiten la respuesta inmediata frente a ataques, toda vez que la autoridad electoral sanciona los contenidos. Esto de entrada resta competitividad a las contiendas. No se diga de las provisiones que distinguen artificialmente los tiempos de las contiendas de campañas a pre-campañas e inter campañas. La lucha por el poder se convierte en una pelea de almohadas donde los partidos se protegen entre sí.

Otro problema: si el PVEM tiene una estrategia clara desde hace años, ¿por qué los otros partidos no la tienen? Sólo el PAN parece tener una visión clara sobre cómo dosificar sus mensajes durante la campaña, aparte de los verdes. El PRI recurre al pasado en lugar de proycectar al país hacia el futuro. El PRD está perdido en el espacio en materia de comunicación política. Morena parece más interesado en mantener a su feligresía con un spot que lleva meses al aire que evangelizar a nuevos creyentes. Y ni se diga de las catástrofes comunicativas de los otros partidos.

Antes de quejarnos de la propaganda del PVEM, deberíamos preguntarnos en serio por qué los otros partidos presentan propuestas tan mediocres: buena parte del problema está ahí, y castigar a los verdes por sus spot es premiar la incompetencia general.

Si este panorama es triste, vayamos al siguiente nivel: los partidos son multados con dinero de nuestros impuestos. A ellos no les cuesta realmente infligir una norma pues no tienen por qué competir por recursos toda vez que el 90% del financiamiento es público. Si no les cuesta el error, les resulta más fácil violar la ley o simular su cumplimiento.

¿Debemos presionar al INE? En realidad no tiene mucho caso: más allá del debate sobre si deberían ser ciudadanos “independientes” sea lo que eso signifique o propuestos por partidos, ellos a final de cuentas aplican una normatividad hecha por los partidos para protegerse entre sí.

Si la norma está mal, ¿deberíamos desobedecerla? Sin justificarla, la respuesta es no: debemos cuestionarla y presionar por cambios concisos en cuanto termine el proceso electoral. Pero esto es muy distinto a tomar como buenas interpretaciones facciosas que se hacen al calor de la contienda electoral.

Por ejemplo, el único fundamento para exigir que se retire el registro al PVEM es la fracción e) del artículo 95 de la Ley General de Partidos Políticos, que establece como causal de pérdida de registro de un partido incumplir de manera grave y sistemática a juicio del Consejo General del Instituto Nacional Electoral o de los organismos políticos locales, según sea el caso, las obligaciones que le señala la normatividad electoral.

¿Qué se debería entender por eso? Es relativo y cada parte puede opinar lo que sea. Si queremos resolver esto podríamos tomar dos caminos.

El primero, insistir en la sobre regulación y establecer números de infracciones y causales “graves”. Al respecto podría sugerir como causal de pérdida de registro que la evolución en el número de infracciones a un partido político siga una secuencia de Fibonacci por cinco meses seguidos.

Y el segundo, liberalizar las normas. Quitarnos tanta telaraña mental sobre lo que debe ser una contienda electoral, obligar a los partidos a competir en vez de cubrirse mutuamente y dejar de considerar al electorado como una masa de retrasados mentales. ¿O no se han dado cuenta que detrás de todo intento por salvar al votante de sí mismo al pretender censurar mensajes o coartar otras libertades se esconde una mentalidad autoritaria y reaccionaria?

El Papel de la SCJN en la Defensa de los Derechos Humanos - Arturo Zaldí...

Derecho Penal y Derechos Humanos